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Europa, E.U. y la guerra a las drogas

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23.09.05

Europa, E.U. y la guerra a las drogas

Álvaro Camacho Guizado

Si el país no estuviera tan hipotecado a las exigencias del gobierno de Estados Unidos, hipoteca que tiene mucho de impuesta pero también de aceptación voluntaria, el Gobierno podría explorar mecanismos para privilegiar sus relaciones con la Unión Europea en lo que respecta al manejo del narcotráfico.

En efecto, si bien en la legislación internacional, expresada en las varias convenciones que se han ocupado del tema en 1961, 1971 y 1988 y sus diferentes protocolos, ha dominado una mirada prohibicionista, también es cierto que las diferentes posiciones nacionales han impuesto algunas restricciones al prohibicionismo extremo que preconiza el gobierno de Estados Unidos. Así, varios países han descriminalizado los consumos de algunas sustancias y han privilegiado tratamientos médicos y de rehabilitación para los usuarios. Privilegian la óptica de salud pública sobre la jurídico-punitiva.

En lo que respecta a las relaciones con los países productores, los europeos tienden a mirar el problema desde una perspectiva asociada con el subdesarrollo y la pobreza, y no como los Estados Unidos, que imponen la erradicación forzosa de cultivos, así para hacerlo presionen por la fumigación aérea. Los europeos entienden las condiciones que llevan a que un campesinado pobre y carente de recursos agrícolas alternativos recurra a la producción de las drogas ilícitas vegetales.

De allí que las políticas y mecanismos de cooperación internacional no partan de la base de que los productores merecen tratamientos militares y policiales. Esto se refleja con claridad en algunas propuestas de cooperación existentes en Colombia, así como en el carácter de los programas que realiza en el país la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito.

Para que la comunidad académica, los diferentes funcionarios estatales vinculados al tema, la prensa y la opinión pública puedan adquirir un panorama amplio y técnico sobre el asunto, la Universidad de los Andes está organizando un foro-seminario internacional que se realizará el 25 y 26 de octubre, en el que se contrastarán los puntos de vista de reconocidos expertos estadounidenses, europeos y latinoamericanos.

La esperanza es que la exposición a diferentes puntos de vista propicie nuevas y diferentes perspectivas sobre este delicado tema, y el país adopte políticas menos punitivas y más orientadas a un manejo democrático y asociado al desarrollo económico y la salud pública.

Esta mirada, desde luego, no puede ignorar la dimensión criminal del negocio, que requiere que los principales delincuentes sean castigados debidamente, con independencia de que sean simples narcotraficantes o aparatos armados sustentados en el negocio ilegal. Pero sí puede orientarse por líneas teóricas y prácticas alternativas, algunas de las cuales han sido expresadas por el psiquiatra y hoy alto comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, quien en su libro La fruta prohibida. La droga en el espejo de la cultura afirma que la guerra a las drogas “será recordada como una de las guerras estúpidas de la humanidad, de igual manera como hoy recordamos las guerras religiosas de siglos anteriores” (pp. 6 y 7).

Ojalá, pues, que las nuevas perspectivas permitan validar el punto de vista de Restrepo, para quien “los líderes y la opinión pública norteamericana creyeron que éste era un problema que se arreglaba (sic) por la fuerza, actitud que favoreció una lógica de guerra, acompañada de fórmulas simplistas y emotivas, cargadas de una sofocante evanescencia moral” (pp. 46-47)… Lo que se ha traducido en que “los intereses que en nuestro país han movido la campaña nacional contra la droga, parecen responder más a compromisos políticos y económicos que a una verdadera preocupación por la salud de la población”.

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