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En Catatumbo, militares prenden fuego a casa de integrante de ASCAMCAT

28.09.08

La familia explica a IPO como fue señalada de “terrorista” debido a la presencia de libros sobre los derechos humanos en su hogar

Por Océane Auriol y Gudrun Pedersen

El 6 de septiembre, tropas del Ejército Nacional prendió fuego a una casa en la región de Catatumbo, señalándola de funcionar como un laboratorio de coca y acusando a los dueños de tener vínculos con las FARC. En nuestro papel de acompañantes y observadores de IPO, fuimos a comprobar los hechos. Nos trasladamos en mula desde San Juancito hasta Costa Rica, guiadas por la Asociación Campesina de Catatumbo. Nos detuvimos en una finca a diez minutos de la casa quemada, y Freimar Rozo, dueño de la casa, vació un bolso en el suelo: “Esta es la ropa de las niñas que logramos sacar.” Pantalones y camisetas de tallas pequeñas, poco útiles después de haber sido comidos por las llamas.

Eran las 11:30 de la mañana en la vereda de Costa Rica, cerca de San Juancito en el municipio de Teorama, Norte de Santander. Freimar Rozo cuenta que él y su esposa Yari Galván, quien es integrante de ASCAMCAT, estaban regresando a su finca con sus dos hijas. Habían estado con ellas en la ciudad provincial de Ocaña porque las chicas estaban mal de salud. A diez minutos de la finca, un contingente de soldados de la Brigada Móvil N. 15 los pararon, no los dejaron pasar: “Les vamos a quemar la casa”, dijo el cabo Gutiérrez.

Habían comprado la casa y su planta de electricidad hace sólo cuatro meses. Era un sitio bonito con una vista increíble a las montañas. Allá arriba iban a vivir. Tranquilos habían esperado: “Por favor, nosotros no tenemos nada ilegal en la casa. Solo tenemos la ropa, las cosas de la cocina y la gasolina. Si encuentran algo ilegal en la casa, pues sáquenlo y quémenlo afuera.” Freimar Rozo dijo que no tenían orden de allanamiento, ni de captura, nada.

Empezó a salir humo desde arriba, sitio donde estaba la casa, luego vieron las llamas: “Por favor, déjennos pasar.” Era casi mediodía, pero no los dejaron ir hasta media hora después, pero ya era demasiado tarde. Yari Galván solo logró sacar la poca ropa de las niñas que vimos, quemándose en el intento.

Casa quemada en Catatumbo

Seguimos el camino hacia la casa, al llegar, pudimos comprobar que la casa había sido totalmente quemada. No quedó nada de los objetos personales de la familia en el sitio, solamente pudimos ver los restos de las cosas quemadas. Freimar nos guió a través de su patrimonio quemado, una leonera ennegrecida por las llamas.

Nos explicó cómo era la casa: “Esto era la cocina, mira, también quemaron los plátanos y la panela, todo.” Eran pocas cosas que se podía reconocer entre las cenizas. Lo que más había podido resistir las llamas eran la televisión y otros aparatos electrónicos.

Freimar nos contó que el ejército también había quemado los libros de derechos humanos de su esposa Yari: libros de las organizaciones Humanidad Vigente y el Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo. Ambos son importantes y respetados defensores de derechos humanos a nivel nacional. Yari había conseguido los libros en talleres sobre derechos humanos de ASCAMCAT.

Según Freimar, el capitán Navarro había deducido de la presencia de estos libros que la familia sería atada a la guerrilla. También les había acusado de esconder a guerrilleros y que su casa era una guarida de la guerrilla. Además, Freimar nos dijo que el ejército quería hacer creer que la casa era un laboratorio de cocaina. Por eso, habían reunido la ropa en un lugar aparte con hojas de coca encima y lo habían puesto fuego. El día después salió la noticia en la emisora regional del ejército que habían quemado un laboratorio de droga en Costa Rica.

Casa quemada en Catatumbo

Como observadores internacionales estamos muy preocupados por tal estigmatización, y por la lógica de criminalización que consiste en etiquetar a los defensores de derechos humanos como terroristas y narcotraficantes. Además, estamos muy alarmados por el irrespeto a la libertad: quemar los libros y criminalizar el trabajo de organizaciones campesinas y de los abogados que trabajan con ellos, es un acto grave contra la libertad de pensamiento, expresión y asociación: contra los Derechos Humanos mismos.

Freimar Rozo y Yari Galván van a denunciar el hecho, y ASCAMCAT respalda este procedimiento. Ahora Freimar, Yari y sus dos hijas son desplazados, y dependen de la solidaridad de sus familiares y de la comunidad.

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