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Cosas chiquitas; El Acompañar

6.11.09

Por Irantzu Pastor – IPO

El acto de acompañar nos hace acompañantes, y eso hacemos, acompañar en el camino, caminar juntos.

Llego a Bogotá, 2700m por encima del nivel del mar, frío, nubes, en el barrio X mi
nueva casa; Informes de la situación de las zonas rurales, noticias, la zona está peligrosa, llamadas para informar de nuevos movimientos militares, mapa de Colombia, valoración de la seguridad, datos, llamadas, malas noticias, más llamadas, “estamos bien”, acuérdate de llevar el teléfono de emergencia…
Días más tarde todo cambia; Terminal de autobuses, me dirijo hacia donde proceden las llamadas, voy a acompañar, salgo al terreno, una especial ilusión me llena cuando me siento en el autobús, miro cómo las casas enladrilladas de Bogotá se quedan atrás, entro en Colombia, es la hora de ponerse el chaleco.

Decido recordar mi número de chaleco, es el 9, de aquí en adelante se convierte en mi segunda piel, debo dormir con él, y no, no es antibalas. Sirve para ser visto
desde la lejanía, si, somos los “internacionales”, o por lo menos así nos llaman los
campesinos y campesinas. La mayoría de veces no tenemos nombre para ellos, somos “IPO”, y así nos gritan cuando pasa algo. Soy la número nueve, soy la internacional, soy IPO,… pero allá no importa más que eso; ser, estar y acompañar. No importa tu nombre, no importa la difícil pronunciación de Irantzu, simplemente eres la que acompaña.

Debo controlar bien los bolsillos del chaleco, pasaporte, carné,… solo hay unos
que se ocupan de conocer tu nombre, apellido y otros muchos datos. Son aquellos que te recuerdan la peligrosidad de la zona, su labor de “protección”, y una larga lista que pronto te cansas de escuchar. Preguntan, piden, saben y controlan.

No sé si soy capaz de cuidar de mí misma allá donde procedo, pero aquí no dudo en procurar cuidar a los acompañados, ellos también lo hacen conmigo. A veces siento estar caminando hacia la boca del lobo, pero una vez allá, poco importa, ni siquiera me planteo dudar, es mejor no hacerlo. Sigo adelante junto a ellos, seguimos caminando a paso campesino y a veces miro la huella que dejan las botas de agua. Caminar es lo que importa.

Contradicciones en mi cabeza, potencia e impotencia, lo absurdo y lo útil, lo visible y lo invisible. ¿Cuánto vale mi vida? ¿Cuánto la vida de un campesino?
Durante el camino me afirman que sin nuestra presencia muchos de ellos nunca habrían caminado y que otros tantos estarían en esos lugares que los campesinos llaman “cementerio” y que no son más que fosas nunca abiertas que entierran barbaridades. “Ustedes son nuestra voz en el mundo”… creo que esa responsabilidad supera mis expectativas llegando a lugares que no alcanzo. No sé, pero siento que el acompañamiento los abraza, los escucha, les sonríe y les anima a seguir caminando encima de una tierra quebrada. Son cosas chiquitas, pero al fin y al cabo, son.

Galeano diría…
“Son cosas chiquitas. No acaban con la pobreza, no nos sacan del subdesarrollo, no
socializan los medios de producción y de cambio, no expropian las cuevas de Alí
Babá. Pero quizá desencadenen la alegría de hacer, y la traduzcan en actos. Y al fin y al cabo, actuar sobre la realidad y cambiarla, aunque sea un poquito, es la única manera de probar que la realidad es transformable.”

Quizás no tenga nombre, ya he dicho que eso no importa, pero SOY Y CAMINO junto a ellos. Cosas chiquitas, eso hacemos, eso es acompañar, estar presentes, avanzar y actuar; ser compañeros de lucha para la transformación de Colombia y construir juntos el pueblo que cada día soñamos.

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