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10.06.06
Hubo más silbido que aplauso para la región en la reciente cumbre en Viena de la Unión Europea y la comunidad latinoamericana de 22 naciones y 450 millones de habitantes. “Ya no hay fisuras, hay abismos”, dice Álvaro Mutis. “Hay fatiga con las reformas”; los resultados no cambian, dice Luis Alberto Moreno. Y así: duda, relaciones tensas, porvenir nublado, rumbo cuestionado, fragmentación, populismo autoritario y nacionalismo ante la decepción con la democracia y los partidos. Son apreciaciones sobre América Latina en Europa, que justifican emigración masiva, catástrofe educativa y creciente atraso científico y tecnológico, desplazamiento de la economía política por mercadotecnia, intactas pobreza y desigualdad, inseguridad creciente.
“No hay brújula ni modelo”, dice un comentarista y sí frustración por lo que otro llama dos déficit fundamentales, en cohesión social e integración, este evidenciado por la explosión de la CAN y el malestar en Mercosur. El ex presidente Cardoso de Brasil habla de “desintegración económica”. Los flujos comerciales interregionales son los más bajos del mundo (22 por ciento frente al 50 asiático).
Para los europeos, que le ceden el campo progresivamente a E.U., y enemigos de pactos comerciales bilaterales, la desintegración imposibilita la negociación de región a región, la manera para ellos de defenderse en la globalización.
Se reconoce que la aspiración democrática reemplazó la revolucionaria y que las elecciones han recuperado credibilidad, como también mejoras y esfuerzos en lo social, pero Eduardo Galeano señala “una cultura de la impotencia”, reflejada en formulaciones vaporosas de la cumbre, que ya suenan patéticas y patentizan desesperanza y desinterés mundial por la región, a no ser por sobresaltos como la nacionalización energética boliviana o la turbulencia de Chávez, único latinoamericano en la lista de cien notabilidades de Time, quien dijo: “No soy causa, soy consecuencia”, y habló de una confrontación ideológica muy dura en curso.
Neutralizada Europa, distraído E.U., a Latinoamérica se le ofrece ahora como salida el libre comercio bilateral desintegrador, rechazado por los heridos de dos décadas de apertura, privatizaciones y desregulación neoliberales. Aunque el Presidente de Brasil diga que “no debemos hacer ideología con las relaciones comerciales”, la realidad comercial mundial es la impotencia multilateral de la OMC, la permanencia del proteccionismo en general y de los subsidios agrícolas en particular, la inestabilidad de los precios de las materias primas, la volatilidad de los capitales y la repartición de zonas de influencia entre grandes bloques. La participación regional en el comercio mundial se ha reducido de 12 por ciento en los 50 a 3 hoy. A Latinoamérica se le augura un crecimiento promedio del 5 por ciento, insuficiente para desarrollarse y acabar con la pobreza de un 40 por ciento de una población de la cual el 16 miserable. La región tiene la distribución menos igualitaria del planeta.
La pregunta entonces es si es un fracaso coyuntural o de concepciones y dirigencias liberales que por naturaleza llevan al atraso y a su fase terminal. Hay por lo pronto certeza de que no es cosa de grandes flujos de capital, masiva ayuda internacional o incremento comercial. La evidencia mayor hoy en estas sociedades es que incluso cuando crecen se subdesarrollan, entre otras por fallas estructurales como el desequilibrio creciente entre capital y trabajo, personificado en la especulación; la espantada actual de las bolsas así lo prueba.