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14.12.07
“Hola, me llamo Manuela Gaviria y soy hija de Francisco Gaviria, estudiante de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Antioquia, militante del Partido Comunista y dirigente de la Unión Patriótica, desaparecido, torturado y asesinado el 10 de diciembre 1987.” Así se presenta esta joven muchacha, miembro de “Hijos e Hijas por la memoria y en contra de la impunidad”, que está organizando, junto con su hermana Alejandra, el hermano Francisco y los otros jóvenes de la asociación, la conmemoración para el veintésimo aniversario de la muerte violenta del padre.
“Hijos y hijas por la memoria y en contra de la impunidad” es un movimiento conformado por jóvenes colombianos, la gran mayoría hijos de victimas de la violencia de estado que en menos de dos años han decidido reunirse y organizarse para revindicar la memoria de los padres y decir ya basta a la impunidad en la cual se encuentran estos homicidios.
Hijos e hijas es un movimiento nuevo, generacional y por algunos aspectos sorprendente en el panorama político colombiano. Está conformado por los hijos de los dirigentes políticos de varios sectores de la izquierda eliminados por la violencia del terrorismo de estado en el periodo que va desde el 1985 hasta el 2000.
Muchos de ellos, como Francisco Gaviria, llamado Pacho, eran miembros de la Unión Patriótica (UP), el partido político fundado en 1984 a raíz de una negociación entre el gobierno de Betancur y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). La UP nace como propuesta política democrática en oposición a los tradicionales partidos liberal y conservador, y durante las primeras elecciones en que se presenta, las del 1986, obtiene óptimos resultados: demasiado buenos para los poderes económicos, los partidos tradicionales y el Estado colombiano que planifican un verdadero genocidio para poner fin a este inicio de revolución democrática, donde hasta hoy son 4000 los miembros asesinados. Una verdadera masacre sistemática, de la cual la Corporación Reiniciar y la Comisión Colombiana de Juristas consideran a la Republica de Colombia responsable de haber violado la Convención Americana de los Derechos Humanos por la persecución de los miembros del partido político, caso reconocido admisible por la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos.
El 10 de diciembre Hijos e Hijas han organizado en la ciudad de Medellín un evento conmemorativo y reivindicativo por la desaparición non solamente de Pacho, sino de los 16 estudiantes y profesores de la Universidad de Antioquia que han sido asesinados durante la segunda mitad del 1987. 16 muertos en 20 semanas.
El evento es conmovedor, pero al mismo tiempo lleno de una fuerza y una vitalidad sorprendentes. No una lagrima versada, ningún pedido de piedad, solo muchas ganas de dar a conocer la verdad, de dar espacio a la justicia que el Estado colombiano nunca reconoció. Y las formas para hacerlo son varias: una breve misa, las palabras fuertes y determinadas de Manuela y los viejos amigos de Pacho, sus camaradas, y tantas expresiones artísticas a través de las cuales los jóvenes mejor pueden expresarse: murales, video, conciertos de varios grupos musicales. Entre estos se destaca el Furibundo, donde el cantante y el baterista, tambien miembros de Hijos e hijas, llevan un nombre conocido entre la izquierda colombiana: Manuel y Marco son los hijos de Manuel Gustavo Chacón, afiliado a la Unión Sindical Obrera (USO) y asesinado el 15 de enero 1988 por miembros de la RED N.9 de la Brigada Nacional en la ciudad de Barrancabermeja.
El movimiento de Hijos e hijas presenta unas peculiaridades que lo hacen particularmente interesante. En primer lugar es un movimiento generacional amplio, donde conviven varias animas de la izquierda colombiana que buscan, a través del dialogo, la construcción de un espacio político amplio y representativo. Para quien no conociera el panorama político colombiano, fuertemente fraccionado y polarizado en sus varias tendencias políticas, esta es una novedad importante y representa un tentativo de proponer una nueva forma de hacer política, con toda la autoría moral que la historia reconoce a estos muchachos que tienen gana de explorar nuevos caminos para el futuro de su propio país.
En segundo lugar no se declara un movimiento de victimas: pretende ser algo más amplio, que involucre toda la sociedad civil en la reivindicación de la generación que le ha sido quitada. Según Hijos e hijas “hijos e hijas somos todos los colombianos,” hijos de una generación perdida, hijos de la historia que muchos quisieran que se olvidara, hijos de la violencia de Estado que todavía nos reconoce ni castiga los autores intelectuales y materiales de estos miles de muertos y que sigue actuando impune con su estrategia de represión.
A menos de dos años de su creación, esta organización está haciendo hablar de sí misma en Colombia, creando la expectativa de poder lanzar una nueva propuesta política, que involucre, atractiva e novedosa en un país en donde es absolutamente necesario el amplio involucramiento de la sociedad civil, la verdadera voz del pueblo colombiano que construya su propio futuro sobre el macabro pasado que desafortunadamente todavía no ha terminado.
Laura Lorenzi
International Peace Observatory