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1.06.07
Han pasado más de quinientos años desde la ocupación de América, pero la llegada del feudalismo (España constituia un modo de producción feudal) y del capitalismo trajo pocos beneficios para los huérfanos descendientes de los antiguos indios. Aniquilada sus cultura, tradiciones y religión, depredadas sus riquezas, saqueadas sus tierras, los indios han sido victimas del genocidio más grande de toda la historia de la humanidad.
En Colombia se conocen alrededor de noventa poblaciones indígenas, distribuidas en todo el territorio nacional, pero en su gran mayoría perdieron su idioma, sus costumbres, el territorio ancestral y sobre todo los derechos civiles y políticos que la democracia más antigua de Latinoamérica se enorgullece haber extendido a todos los ciudadanos. Reducidos a unos miles, los descendientes de los legítimos habitantes de aquellas tierras, sobreviven tratando no ser definitivamente tragados desde aquel mundo occidental que después haberlos exterminados quiere también borrarne la memoria, reduciéndola al estereotipo del indio caripintada que baila con plumas coloradas en la cabeza y sorprende con rituales extravagantes y bebidas magias hechas al punto para occidentales que desean una noche diferente.
Pero las victimas sacrifícales del banquete empezado con la invasión de America no son solamente los indios: recordamos los millones de africanos que, extirpados de sus tierras, salían desde la isla de Goré, en Senegal, para llegar (no propiamente todos, los sabemos…) a Cartagena de las Indias y ser vendidos como esclavos: explotados y exprimidos hasta que la ultima migaja de energía no los abandonaba definitivamente, poniendo así fin a su inhumana existencia. La memoria de este capitulo cruel de la historia ya ha sido borrado, y la identidad cultural de las culturas afrodiscendientes has sido desperdigada como un cúmulo de hojas secas en un día de viento. Hoy son pocos los afrodescendientes que conocen sus origines y casi nadie siente el más mínimo sentido de pertenencia o cercanía con África, antigua madre tierra. Claro que hay necesidades mucho más contingentes a las cuales dar prioridad: recientemente, y solo gracias a un video, Colombia se dio cuenta que los niños del Chocó están muriendo de hambre a causa de la corrupción de los gobernantes que se quedan con las ayudas enviadas por el gobierno. O de pronto porque la estructura de la economía neoliberista nunca les dará las condiciones para poder vivir y desarrollarse dignamente.
A los mestizos y a los criollos la lotería biológica no les dio mejores resultados: hijos ilegítimos de los conquistadores, siempre mantuvieron posiciones subalternas, combatido guerras en contra de sus propia gente para favorecer los intereses de los europeos, trabajado en condiciones infrahumanas para que otros disfrutaran de las ganancias de la economía de mercado humillándose a la voluntad de los dominadores, miopes del futuro a ellos destinado.
En un tipo de pirámide social oscura a la base y clara al vértice, la ocupación logró reproducir la teoría racista introducida por el “antropólogo criminal” italiano Cesare Lombroso quien reconocía como criminales congénitos los rasgos físicos de los negros y de los indios [1]. En Colombia, así como en casi toda Latinoamérica, la clase dominante se compone de blancos, descendientes de los conquistadores europeos que reniegan su real origen y, por lo contrario, revindican como modelo a seguir la hispanidad, lo de sus victimarios y depredadores.
No estamos pero hablando de una relación biunívoca, porque ser de piel clara no es garantía ni de bienestar ni de un cualquier estatus social, ya que una democratización si ocurrió: la democratización de la pobreza.
Las condiciones en las cuales se encuentran las clases subalternas, es decir la gran mayoría del país, empeoran año tras año sin dejar muchos espacios a la esperanza de un rápido mejoramiento.
“Las comunidades afrodiscendientes, indígenas y campesinas, así como la población civil que vivía en zonas donde el conflicto militar era intenso, continuaron corriendo especial peligro de ser atacadas por todas las partes implicadas en el conflicto. Durante la primera mitad del año, más de 770 civiles murieron o fueron victimas de desaparición forzada. Más de 219.000 personas fueron victimas de desplazamiento forzado en 2006, en comparación con las 310.000 de 2005. Más de 45 miembros de comunidades indígenas murieron de forma violenta en la primera mitad de 2006.”
Informe Amnistia Internacional 2007 sobre Colombia.
Por lo contrario la multinacionales y transnacionales [2] siguen haciendo grandes negocios en la tierra de El Dorado; en el país operan hoy en día alrededor de 400 multinacionales con un facturado de 26.600 mil millones de pesos, equivalente al 15% del PIB. Cuatro de ellas comparen en la especial clasifica anual de las primas 10 sociedades por facturado y útiles; estamos hablando de la Triton Colombia Inc., de la BP Expoloration Company, de la Oxycol y de la Oxiandina, todas sociedades que operan en el sector petrolero [3] .
El robo legalizado de las riquezas no es pero sin dolor para el pueblo colombiano. Además de ser privados de las materias primas de que su tierra dispone en abundancia, expoliados de las fuentes energéticas naturales que el desarrollo tanto necesita, con la consecuente devastación del medio ambiente, la recompensa consiste en masacres, desplazamientos, desapariciones indiscriminadas y muerte segura para todos aquellos que osan levantarse para denunciar esta devastación. Recordamos que Colombia sigue teniendo el record mundial de sindicalistas matados, 70 solo en el 2006, según el informe de Amnistía Internacional.
En el marzo de este año la transnacional Chiquita ha sido multada de 25 millones de dólares para haber financiado grupos paramilitares en Urabá durante la década 1996-2006. El maridaje entre empresas, funcionarios estatales y paramilitares, autores de las más sanguinarias atrocidad en contra de los civiles, ahora es sentenciada también en un país donde “la impunidad sigue siendo una grave problema, y el sistema de justicia militar continuó ocupándose de casos relacionados con casos de violación de derechos humanos en los que estaba implicado personal militar, a pesar de que la Corte Constitucional falló en 1997 que tales casos debían ser investigados por el sistema de justicia civil” (Informe Amnistia Internacional 2007).
Estos son solamente unos ejemplos que muestran como la invasión de América no sea una conquista, sino una triste pagina de la historia que sigue siendo tristemente practicada cada día por los países occidentales que no tienen el mínimo escrúpulo en patrocinar cada tipo de atrocidad consumada en nombre del lucro y de la acumulación.
Es efectivamente alto, demasiado alto, el precio que muchos pagan a cambio del bienestar de pocos. Nuestras democracias, de hecho, nunca nos cuentan la otra cara del capitalismo, aquella cruel, violenta, usurpadora y asesina. Los medios de comunicación se callan frente a una realidad incomoda, que es mejor que los demás ignoren; tan solo vemos de cuando en cuando unas fugaces imágenes de los niños pobres que mueren de hambre en el Tercer Mundo, la dosis de sufrimiento justa para recaudar fondos y limpiar conciencias.
Y las voces afuera del coro son las de los herejes de la modernidad extremistas, comunistas, noglobal, radicales y “terroristas”.
Laura Lorenzi