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6.09.05
‘En año electoral, lo humanitario pasa a convertirse en cenicienta’
Monseñor Luis Augusto Castro, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, aseguró que la guerrilla está reflexionando sobre el prediálogo, que se agotaron los caminos para el intercambio y que ‘nadie puede decir que es inocente’ con relación al conflicto interno.
Monseñor Luis Augusto Castro, el hombre que llegó a la presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia con el mensaje claro de darle un impulso a la agenda de la paz, admite que el intercambio humanitario “está en cero” y que, indefectiblemente, este tema pasará a un segundo plano cuando arranque en forma la campaña electoral para elegir Presidente, el próximo año.
El alto prelado dice que la guerrilla está reflexionando sobre su propuesta de arrancar con un prediálogo que permite pactar un cese al fuego. Monseñor sostiene que son estas organizaciones las que deben dar un viraje y no el Gobierno.
Castro recomienda al Estado un trabajo más fuerte en el tema de la reinserción que ya se adelanta con los grupos de autodefensa, para evitar que los desmovilizados creen grupos delincuenciales, como ocurrió con procesos de negociación en Centroamérica.
Monseñor Castro habló con EL TIEMPO en días en los que se celebra la Semana por la Paz en todo el país.
Usted planteó el prediálogo y hay expectativa de dónde comienza y dónde termina esta propuesta. ¿Cómo es la fórmula?
Fue una sugerencia que no estaba respaldada por un tratado. En qué consiste: es una invitación a las Farc y al Eln, no al Gobierno, a aceptar a entrar en conversaciones con el Gobierno en torno a un solo punto: el cese al fuego.
Lo único claro es que el prediálogo no ha sido rechazado de inmediato. Esto es positivo porque están reflexionando sobre el asunto, aún en el caso que lo rechazaran. Con esto ya hemos ganado algo.
¿Pero no ha tenido alguna información que indique por dónde va la respuesta de ellos?
El Eln dice que está dispuesto a estudiarlo pero creo que no lo han entendido bien. Ellos creen que es prediálogo con la Iglesia y eso no es.
Usted dijo que el Presidente debe dar un viraje en el tema de paz. ¿Usted cree que lo ha hecho?
El presidente Uribe ha estado siempre muy dispuesto a todo. Pero en este momento se necesita que los subversivos den un viraje. La invitación es a toda la guerrilla. Ella es la que no se han movido un milímetro en nada.
¿Le queda más que fe con relación al viraje de la guerrilla?
Hay que esperar que ellos entiendan que están obrando muy mal. La sociedad los rechaza, la comunidad internacional no los acepta y han perdido oportunidades enormes para recuperar su imagen. Y si tomaran la decisión del cese al fuego pueden abrir las puertas para que los escuchen más positivamente.
¿A usted le preocupa que el Gobierno no contemple que en el país hay un conflicto armado?
El problema semántico ni siquiera quiero considerarlo. El hecho en sí es que hay dos orillas y que necesitamos superar los problemas que tenemos. Pero la manera como se define el problema no es un obstáculo.
Recién posesionado dijo que ojalá el intercambio se hiciera igual al de los soldados de Las Delicias en los 90. ¿Qué pasó?
Eso ha sido descartado. El Gobierno no acepta una fórmula que se llama despeje. Entonces hay que buscar otros caminos.
¿Qué alternativas ya están descartadas?
La de Cartagena del Chairá, la de Florida y Pradera, en el Valle; la Nunciatura y una capilla… Tenemos que seguir buscando otras fórmulas con mucha discreción.
¿Lo deja satisfecho el proceso con los paramilitares?
Si se sigue haciendo a la luz de la Ley de Justicia y Paz, puede ser positivo para ellos y para los otros (guerrilla). La ley es una novedad que nos marca un caminito y creo que todos los grandes críticos de la ley se están echando para atrás. Sin embargo, la preocupación de la Iglesia es que se requiere un fuerte proceso de reinserción, porque o tendremos gente de bien o crecerán en las ciudades ‘maras’ como las de Centroamérica.
¿Lo humanitario debe trascender lo político?
Naturalmente. Es prioridad. El evangelio es muy claro: hay que favorecer la vida del ser humano. Jesús no se quedó en el tema eminentemente político, sino en lo que se llama correctamente humano.
¿Cómo cambiar ese escenario político para que trascienda lo humanitario en temas como el intercambio?
Por eso la Semana por la Paz debe dar un acento muy fuerte en lo humanitario. No son días para discutir asuntos políticos, sino para que brote lo humanitario, que muchas veces se nos olvida.
En la medida que se acercan las elecciones, el ambiente se vicia de lo político electoral y el concepto humanitario se pierde. ¿Usted lo ve así?
En un contexto de año electoral lleva a que lo humanitario pase a ser la cenicienta. Pero debemos tratar de encontrar salidas políticamente correctas, es decir humanitarias.
¿Qué piensa de la fórmula del ex presidente Turbay de 10 secuestrados extorsivos y uno político por cada guerrillero preso?
El acuerdo que plantea la guerrilla es solo un intercambio. Y si eso ha sido tan complicado, si lo fraccionamos pues se nos va a complicar por 10 o por 20.
¿Cree que tanto interlocutor para el intercambio es perjudicial para el proceso?
Puede ser un inconveniente porque las partes están recibiendo propuestas de 10 fuentes diferentes y muchas veces son contradictorias… Esto anula cualquier proceso. Pero creo que eso debe a la presión de los familiares.
El hecho es que en este momento estamos en cero. Lo que puedo decir es que aparentemente todos los caminos que se han recorrido no han terminado en nada. Lo que se necesita ahora es imaginación y diseñar nuevas propuestas.
¿Cuál es su mensaje para la Semana por la Paz?
Es una invitación para vivir en paz. Significa que cada uno la busque en su propia vida. Esto también vale para los que están entregando las armas. No podemos mirar la realidad en blanco y negro, o en dos orillas: la de los buenos y la de los malos. El conflicto del país se ha generado por la indiferencia misma de la sociedad. Entonces, nadie puede decir que es inocente, todos debemos decir que somos culpables y tenemos que hacer algo para la paz.
¿Cree que le ha tocando un papel muy particular en esta coyuntura?
Sí. En primer lugar nos obliga a nosotros como Iglesia colombiana a repensar continuamente el problema de la paz. También, a construir relaciones positivas con el Estado y tener la puerta abierta con los subversivos para favorecer un acercamiento. Todo esto desde la posición del evangelio, no desde la política. Es decir, de lo humanitario.
¿Cuál es la posición de la Iglesia sobre la reelección?
Nosotros debemos ser muy prudentes este año. Lo que más odia la sociedad es que nos metamos donde no nos importa. La Iglesia se va a mantener al margen.
¿Cómo ve el caso del párroco de la Uribe (Meta) que fue detenido por rebelión hace unas semanas?
Yo quiero que se aclare todo. El padre tiene un trabajo comunitario de tantos años defendiendo las comunidades. Esto puede llevar a malentendidos. Cuando yo trabajaba en San Vicente del Caguán, me encontraba la guerrilla hasta en la sopa.