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8.11.06
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En lo que va corrido del año, van 299 muertos de manera violenta, el 70 por ciento de los cuales estaba involucrado en líos de droga. La Fuerza Pública no ha sido suficiente para detener el fenómeno.
“Llevamos un mes sin muertos”, alcanza a decir un infante de marina de gafas oscuras, chaleco y casco antibalas, cuando unos tiros en la calle Manhattan del barrio Lleras le apagan la voz.
Corre hacia esos disparos, entre los palafitos, esas casas paradas en los lodazales de la costa bonaverense. Llega tarde. Hay un hombre bocabajo, cerca de unos zapatos de mujer abandonados.
El muerto es Jaír Sinisterra, de 29 años, recién salido de prisión. A 120 metros de ahí las balas también matan a Leonel Portocarrero, cuyo cadáver rodean señoras con rulos y niños descalzos de Manhattan, calle bautizada así por los polizones.
Como las muertes ocurrieron en el barrio Lleras, las autoridades concluyen pronto que se trata de una venganza contra milicianos. Si hubiera sido en la calle Piedras Cantan, del barrio Viento Libre, sería contra los ‘paras’.
‘Irra’ es conocido como el jefe paramilitar y ‘J.J’ como el de milicianos del frente 30 de las Farc, que chocan, según la Armada, por rutas y barrios estratégicos para la salida de la coca al mar.
En el manejo de la droga, antes eran los Patiño Fómeque. ‘El Joven’ o ‘W’, los que mandaban, hoy son las bandas a nombre de Wílber Varela ‘Jabón’, ‘Holmes’ y “varios cartelitos” de desmovilizados de los bloques Pacífico y Calima de las Auc.
Los muertos, de menos de 35
“Las muertes son por choque territorial de narcotráfico y grupos armados”, confirma el alcalde Saulo Quiñónez. No han servido dos años de toque de queda en las comunas 3, 4, 5 y 12, ni ha sido suficiente la Fuerza Pública que el presidente Álvaro Uribe envió el año pasado para bajarle el nivel a la violencia.
Entre el 2000 y el 2005 se registraron 2.644 homicidios. Este año el Observatorio del Delito de la Alcaldía reseña 299 y un 85 por ciento de las víctimas no supera los 35 años.
La gente se arriesga con la coca en un puerto donde los estratos altos no existen, donde el desempleo llega al 60 por ciento y donde 14.000 de las 71.000 casas están en asentamientos subnormales.
Los problemas que llegaron con la coca están por todos lados y se evidenciaron el pasado 26 de octubre cuando Uribe le exigió al secretario de Gobierno, Adolfo Chipantiza, que abandonar un consejo de seguridad. Lo acusó de mediar ante el comandante de la Brigada de Infantería de Marina No 2, coronel Héctor Pachón, por una droga incautada el 17.
En ese mismo consejo, el obispo Héctor Epalza denunció corrupción en organismos de seguridad y solo unos días después salió amenazado.
Hasta diciembre del 2004, cuando se desmovilizó el ‘Bloque Calima’ de la Auc, Wenceslao Caicedo, ‘W’, era el temido ‘señor del hacha’. En marzo del 2005 fue detenido. Ese mes mataron a ‘Félix’, ex jefe del Calima y a tres desmovilizados. Pero la sombra ‘para’ siguió.
En abril de ese año, 12 presuntos milicianos, entre ellos cuatro parientes de un comunero, cayeron en una invitación mortal a jugar fútbol.
El Comité por la Salvación de Buenaventura, de organizaciones sociales, habla de un genocidio de gente negra.
El coronel Pachón opina que “la de Buenaventura es una situación compleja por la mezcla de narcotráfico, delincuencia, subversión y algunos desmovilizados”.
A los muchachos les pagan 300.000 pesos por mover insumos, un millón por llevar coca a los barcos y 20 millones por ir en lanchas rápidas a México o Guatemala.
Pero siempre, tras cada decomiso de droga, hay una seguidilla de muertes de jóvenes que ayudaron a mover insumos o drogas, como si se quisieran borrar huellas.
Este año han caído 50 toneladas de coca en el Pacífico (19 en Buenaventura).
Las autoridades dicen que si en 1999 no había cultivos de coca en Buenaventura, hoy florecen hasta Chocó. No hay grandes cultivos, sino fincas de una a tres hectáreas en los ríos Raposo, Yurumanguí y San Juan. Hay ‘raspachines’ de Putumayo, Nariño y Antioquia.
Las víctimas son de calles como Manhattan o Piedras Cantan donde no se ve la plata del puerto más importante del país, ni la de la coca.
José Luis Valencia
Enviado especial de EL TIEMPO
Buenaventura