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Las Águilas Negras

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22.02.07

Rebautizar la criatura paramilitar del estado colombiano ha sido una táctica aplicada tiempo atrás. Famosos fueron los “pájaros” auspiciados por la dictadura goda, que como manada de bestias iracundas, arrasaban los campos masacrando familias enteras en la década de los 50’ y 60’.

Tristemente célebre fue la Triple A que desaparecía opositores políticos al régimen, torturaba y asesinaba líderes populares y sembraba el terror en la sociedad colombiana en los años 70’; una táctica paramilitar y de terrorismo de estado aplicada además en varios países de Suramérica: Argentina, Uruguay y Chile por citar un ejemplo.

Luego fue el MAS (Muerte a Secuestradores), y en tiempos más cercanos las ACCU, las AUC y hoy las llamadas Águilas Negras (Nueva generación de asesinos). Todos estos bautizos del paramilitarismo de estado son bien planeados desde el Péntagono norteamericano y las oficinas del Comando Sur.

Es la Doctrina de Seguridad Nacional del imperialismo, ejecutada para generar terror en un pueblo que está librando una confrontación social y armada contra el régimen de más de un lustro y que no se ha doblegado mansamente a las pretensiones anexionistas de Washington, aun cuando la oligarquía nacional haya hipotecado la soberanía nacional y entregado a la voracidad transnacional, la riqueza del suelo patrio.

Luego del sainete de Ralito donde el gobierno de Uribe Vélez, quien no ha podido quitarse las salpicaduras del narcoparamilitarismo, recogió la etiqueta de las llamadas Autodefensas Unidas de Colombia, es claro que el terrorismo de estado ha continuado. Además del terror institucional sembrado por sus fuerzas represivas oficiales: Ejercito, Policía Nacional, ESMAD, DAS, entre otros; la guerra sucia continua contra los luchadores sociales, contra el movimiento popular que por diversas formas reclama un cambio profundo de las estructuras económicas, políticas y sociales del país.

Así las cosas, mientras Uribe se mofaba de desmovilizar miles de matones psicópatas a sueldo, se seguían confeccionando los macabros listados de las personas declaradas objetivo militar y de organizaciones sociales a las cuales se les seguiría amedrentando para disuadirlas y neutralizarlas. Uribe les daba el guiño a sus secuaces cuando en discursos altisonantes, se iba lanza en ristre contra las organizaciones defensoras de derechos humanos, contra organizaciones políticas y ONG’s. Luego del visto bueno del jefe del paramilitarismo de estado, aparecen entonces las listas de personas y organizaciones amenazadas por las ahora llamadas Águilas Negras, como si con el cambio de mote, se quebrara en la mente de las miles de familias victimas del terrorismo de Estado, las atrocidades cometidas por el paramilitarismo en contubernio con las fuerzas militares oficiales.

Quizá a Uribe le dio nostalgia y quiso volver a los tiempos de antaño y rebautizar su criatura con nombres más familiares, que remembren a los viejos pájaros, quizá el emblema del águila imperial lo siente más cercano. Lo cierto es que ni el pueblo colombiano ni los pueblos del mundo deben dejarse confundir, el paramilitarismo en Colombia sigue siendo una política de estado y sigue llevando a cabo la guerra sucia, disfrazado ahora de bandas de “nueva generación”. En medio del escándalo de la para – política, Uribe que tiene pies de barro y rabo de paja, debe ser desenmascarado como el promotor del terrorismo de estado que es. La renuncia por ilegal y por ilegítimo de este presidente, seguramente será una exigencia que el movimiento popular tomará como bandera de lucha para las batallas de los próximos días.

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