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Robos, atropellos y drogas a manos de la Brigada Móvil No. 23 del Ejército Nacional

20.05.09

La Asociación Campesina del Catatumbo, Martes 19 de mayo de 2009

Los habitantes del corregimiento de La Trinidad del municipio de Convención en Norte de Santander fueron testigos y víctimas de los desmanes ocasionados por las tropas comandadas por el cabo Murillo de la Brigada Móvil No. 23 del Ejército Nacional, brigada que se autoproclama ante la comunidad como “Los Demonios”.

La tropa que se encuentra ahora acantonada en la finca de un labriego en la vereda de Guasiles del municipio de Convención, trae consigo todo un historial de atropellos contra el campesinado de esta zona rural del municipio de Convención.

El sábado 9 de mayo de 2009, hacia las 12 del día, en la vereda de Guasiles, el cabo Murillo junto con siete de sus hombres robaron una Toyota Montero cuatro puertas y se dispusieron a ir rumbo al corregimiento de La Trinidad.

Cuando llegaron al puente que se encuentra sobre la quebrada, el carro se les varó, motivo por el cual el cabo Murillo hizo que su tropa se escondiera en una cacaotera que se encontraba al lado del camino, mientras él, quien se encontraba vestido sólo con el pantalón camuflado y las botas, detenía una moto Yamaha DT 125 en la que venían dos jóvenes de 16 y 32 años, a quienes les hizo apagar la moto, los requisó, les hizo quitar la ropa que traían puesta y les robó junto con la ropa la motocicleta.

El cabo Murillo se puso la pantaloneta del joven de 16 años, y al quitarse el pantalón camuflado le ordenó a éste ponérselo. Sin embargo, el muchacho se opuso rotundamente, quedando en ropa interior. Al otro campesino también lo despojaron de su ropa y ésta se la colocó otro de los soldados. El cabo Murillo y el otro soldado quedaron vestidos en pantalonetas, descalzos y portando su fusil.

En ese mismo instante se acerca otra moto Yamaha DT 125 con otras dos personas y el cabo Murillo también los detiene y les roba la moto. Ya con las dos motos, el cabo y el otro soldado que estaban vestidos de civil, y otros dos soldados que portaban su uniforme completo se disponen a llegar al caserío del corregimiento de La Trinidad.

Allí, llegan primero a la peluquería en la que se encontraban diez jóvenes, dos mujeres y un niño de 6 años de edad. Ingresa el cabo Murillo mientras otro soldado le presta seguridad en la puerta del establecimiento. Al entrar Murillo le apunta a las cabezas de todos los civiles, los empieza a maldecir y a todos los hombres los hace desnudar, luego hace que arrojen sus billeteras hacia una de las esquinas del local, esculca alrededor de unas tres y sale de allí.

De la peluquería pasa al restaurante que se encuentra metros arriba. En este establecimiento se encontraban cinco comensales, cuatro hombres y una mujer, y también estaba la propietaria y su hija. Cuando entra al restaurante el cabo nuevamente le apunta a las cabezas de los civiles y empieza a preguntar por una Nubia y una Aidé, le pregunta a la señora que se encontraba almorzando y ante la negativa de ella empieza a revolcar la tienda que hay en el local, voltea unas cajas, tira el mercado, y daña la mesa en la que la propietaria guardaba el dinero de la venta de comida.

Entre los comensales se encontraba el yerno de la dueña del restaurante, quien fue víctima del cabo Murillo, pues él lo cogió del cuello y le gritaba que le diera el bolso. El joven le decía que cuál bolso, que él no tenía ningún bolso, que él era un campesino y que acababa de llegar a recoger un mercado. Entonces el cabo le dijo que “se callara la jeta, que no le respondiera porque él sería el primer muerto”.

Ante esta situación, el joven de 23 años se quedó quieto y otro de los comensales, que era un guerrillero del ELN encargado de las finanzas, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo emprendió huida sin que el cabo se diera cuenta y tiró su bolso al patio de la casa vecina. Mientras tanto el cabo seguía en el restaurante insultando a todas las personas, diciéndoles que si él quería podía matarlos a todos, que como él estaba lo podía hacer, pues él no sabía qué era lo que estaba haciendo. Luego empezó a pedir agua y constantemente se cogía una mano y la olía y se la untaba en la nariz.

Ya después de eso, se disponía a salir del restaurante cuando se tropezó con la hija de 14 años de la propietaria y sin pensarlo la golpeó en el vientre con la cacha del fusil y salió del local diciendo “que eso no se quedaba así”. La dueña del restaurante salió a reclamarle por el golpe que le dio a su hija y Murillo la calló diciendo que él llevaba orgullosamente 14 años en el Ejército.

Los soldados que se encontraban afuera prestando seguridad hallaron el bolso que había tirado el guerrillero y comenzaron a requisarlo, encontrando una pistola, un radio, dos celulares, un dinero que estiman en cinco millones de pesos y un cuaderno en el que tenían el listado de todos los campesinos a quienes obligatoriamente les “cobrarían impuestos”.

Una vez en la calle robaron una Toyota 24 válvulas y como a 50 metros se les varó el vehículo. Ahí venía bajando una camioneta Luv de estacas del corregimiento de Honduras hacia La Trinidad y entonces la pararon y obligaron al dueño a que los transportara otra vez de regreso a Guasiles. También venía una moto Suzuki GN 125, la cual también fue sustraída a sus propietarios. En la camioneta se fueron el cabo y cinco de sus soldados, y en la moto los otros dos soldados, y luego de 30 minutos la camioneta se varó y el cabo y sus hombres continuaron el recorrido a pie y en la moto.

Todo este historial de robos y atropellos contra la población civil demuestra cómo el Ejército Nacional viene actuando a sus anchas sin que sus actuaciones estén enmarcadas en el respeto de los derechos humanos y en el cumplimiento del derecho internacional humanitario.

Con estas escenas vividas, el pueblo catatumbero recordó los traumas dejados por el paramilitarismo, pues con el proceder del cabo Murillo, quien se encontraba al mando de la tropa y al parecer bajo los efectos de sustancias psicoactivas, en vez de portar el uniforme andaba armado portando prendas civiles, desarrollando operaciones militares, atacando y atracando a la población aprovechando la confusión.

Hacemos un llamado a la comunidad nacional e internacional, a los organismos de control y a la Fiscalía General de la Nación para que inicien las investigaciones pertinentes por las actuaciones arbitrarias e ilegales realizadas por la Brigada Móvil No. 23 del Ejército Nacional. Es importante precisar que esta unidad militar entra en la región del Catatumbo el 29 de enero de 2009 remplazando a la Brigada Móvil No. 15, la cual está implicada en graves violaciones a los derechos humanos por las ejecuciones extrajudiciales de varios campesinos. Lastimosamente, luego de la purga en las filas del Ejército y con el cambio de Brigada Móvil, se siguen presentando hechos que se consolidan como terrorismo de estado.

Publicado en prensarural.org

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