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Niños Perseguidos en el Magdalena Medio

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12.11.06

International Peace Observatory (IPO)
info@peaceobservatory.org

Barrancabermeja, 11 de noviembre de 2006

Según denunció la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra el 10 de noviembre de 2006, tres personas fueron detenidas por tropas adscritas al Batallón Nueva Granada (de la 5ª Brigada) el pasado 31 de octubre en la vereda de El Jardín (Simití, Sur de Bolívar). El Observatorio Internacional de Paz (IPO) pudo entrevistarse con uno de los detenidos – el menor de edad de 16 años – quien fue liberado hoy de la cárcel de menores en Barrancabermeja.
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El niño, Dairo Manuel, contó que el día martes, el 31 de octubre de 2006, se encontró a una hora montaña arriba del caserío de El Jardín, regresando de una mañana de trabajo, cosechando arroz con su papá (Luís Manuel). Dairo se dedica a ayudarle a su papá en la finca, para poder mantener a su mamá y otros hermanos; consta también que su papá sufre de enfermedades mentales.

A la una de la tarde, a unos 20 metros de la casa, fueron interceptados por aproximadamente 20 soldados del Batallón Nueva Granada (con sede en Barrancabermeja). Según cuentan testigos que presenciaron la detención, tres de los uniformados se vestían camisetas con letreros de las Águilas Negras. Enseguida, Dairo fue apartado y abordado por unos 5 soldados que le preguntaron por las caletas de la guerrilla, insultándolo con palabras como “guerrillero hijueputa”, “malparido”; decían que estaba “bueno que lo mataran” porque no decía donde estaban las caletas y que él era el guerrillero alias “Mañe.” (Es de notar que en la región su apodo es “Mañe” en referencia al nombre de su papá, Luís Manuel). Un soldado le dio un manotazo en la espalda, y otro hizo traquear el fúsil en aras de intimidar al niño. Le condujeron a la casa – ya revolcada por los mismos soldados – y le dijeron que alistara la ropa.

Caminaron dos horas por trochas, Dairo y su papá en medio de la tropa. Más arriba cogieron al Señor Alquiber Trujillo. Cuando cayó la noche, les dieron de comer y a los tres los juntaron a dormir en un plástico tendido en el suelo, en medio de la selva. Al amanecer, los hicieron marchar cuatro horas más, hasta toparse con otra patrulla, que volvió a interrogarles y someterlos a presión psicológica. Durante las comidas, fueron separados, y luego de unas horas, juntados de nuevo.

El drama continuaría el tercer día en la mañana cuando un helicóptero del ejército los recogió y los llevo a las afueras del casco urbano de Puerto Wilches (Santander), donde los montaron en un camión, y otros diferentes soldados les seguían preguntando por dos horas. Luego, un helicóptero que según Dairo Manuel era de la Fiscalía nuevamente los levantó y los llevó esta vez para Barranca, dejándolos en la sede del Batallón Nueva Granada.

Allí, fueron recibidos por militares uniformados y otros vestidos de civil. Les tomaron sus huellas dactilares y les hicieron firmar el documento de “buen trato” (para otro ejemplo, ver aquí). A los tres, los pusieron contra una pared y los fotografiaron, primero solos, y después frente a una escopeta de cacería, un revolver y una pistola. Luego, en una entrevista sospechosa, Dairo sería entrevistado por unos civiles supuestamente de la Fiscalía quienes le preguntaron sobre la detención y las armas, sin que el niño tuviera acceso a un abogado.

Al día siguiente (le tocó dormir en el batallón por la confusión generada cuando la policía no lo recibió por ser menor, y porque los militares no sabían qué hacer con él), lo llevaron a la cárcel de la Policía de Menores, sin la posibilidad de contactar a su familia. Su mamá se enteró de la detención apenas cuatro días después, el 3 de noviembre, y acudió a la oficina de la ACVC para ayuda en el caso. El Batallón ha dicho a los abogados que el papá “se ha reinsertado.”

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Para un extranjero, quizá esta historia es extraña y deplorable. Lo triste es que esto sucede a diario en el Magdalena Medio – y el resto de Colombia -, donde los niños campesinos son estigmatizados y marginados desde temprano. Esto sólo sirve como lección para ellos, de que los militares no hacen sino aterrorizarlos y perseguirlos sin razón. La mamá de Dairo cuenta que para proteger su hijo, piensa mandarlo a otra región donde no esté señalado y donde pueda trabajar en paz. Otra víctima del desplazamiento forzado, nueva víctima de la persecución estatal contra el campesinado, otro luchador nacido.

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