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27.05.09
por Arturo Peñaloza Pinzón
Unos 200 niños y adultos se concentraron desde el 29 de abril en un campo de la vereda Caño Tomás, en Teorama, Norte de Santander, para poner de manifiesto sus necesidades en inversión social.
José Albeiro apenas tuvo tiempo para nacer y morir. Sus 17 meses de vida fueron sólo un abrir y cerrar de ojos, como para darse cuenta de lo difícil que era ser campesino en un territorio de nadie, donde todos disfrutan de las riquezas naturales, menos sus dueños.
El pequeño padeció el sábado la agonía de la llamada ’carrera de la muerte’, pues luego de seis horas sus padres nunca hallaron asistencia médica para salvarle la vida, tras sufrir un accidente en el mismo lugar donde los mayores hace tres semanas le hacen resistencia al abandono del Estado.
“Por esa razón decidimos salir de nuestras tierras y concentrarnos en este campamento, para que el Gobierno nos oiga y conozca nuestras necesidades en materia de inversión social”, replicó Mariela González, una campesina de la vereda La India, mientras secaba sus lágrimas y observaba el cuerpo pálido e inerte de José Albeiro, metido en un féretro de cartón.
El triste hecho no fue motivo para que cerca de dos centenares de niños y adultos de las distintas comunidades de la región del Catatumbo bajaran la guardia y continuaran en el declarado ’Campamento refugio humanitario’, el cual fue establecido desde el pasado 29 de abril en un área de 800 metros cuadrados de la vereda Caño Tomás, en Teorama (Norte de Santander).
Allí, entre frondosos árboles y un abrasador clima de hasta 35 grados centígrados con humedad, crearon de manera indefinida su propio cuartel, con el fin de esperar la presencia del Estado, como una alternativa diferente a las marchas y desplazamientos hacia las ciudades.
“Desde aquí vamos a proponerle al Gobierno que venga a la región a mirar la situación, y que escuche nuestras peticiones como pueblo sufrido, que quiere sustituir los cultivos ilícitos, pero no que los erradiquen porque esta sería, otra forma de desplazamiento”, aseguró Pablo Téllez, directivo de la Asociación Campesina de El Catatumbo, que lidera esta masiva movilización.
Exigencia de seguridad
También esperan intercambiar algunos temas relacionados con la seguridad y el respeto a la integridad de las personas, que fueron expuestas a manera de denuncias en forma general.
Ahí están los llamados falsos positivos; los efectos dañinos para el campo y la salud de las fumigaciones con glifosato; los abusos de autoridad mediante allanamientos a las casas y las amenazas por parte de la Fuerza Pública.
A pesar de lo ambicioso, las comunidades campesinas del Catatumbo tan sólo han dado el primer paso: afianzarse en un territorio para ser identificados. Lo siguiente vendrá con el tiempo, el que no tuvo el pequeño José Albeiro para poder ver el final del trabajo que los mayores quieren convertir en realidad.
http://prensarural.org/spip/spip.php?article2367