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20.04.07
Javier Orozco y Javier Arjona
La Nueva España
Colombia tiene páramos y selvas húmedas, algunos de los ríos más caudalosos del mundo, miles de riachuelos y lagunas, su costa sobre el océano Pacífico es una de las regiones más lluviosas del planeta, tiene territorios en los Andes y en la Amazonía , regiones que son de las últimas reservas de agua dulce del planeta.
Podrá parecer chocante a nuestros oídos sensibles el uso del término «guerra», pero las comunidades y pueblos así han identificado el acoso y robo de agua de ríos, lagunas y páramos, en Bolivia y en otros muchos países. La Guerra del Agua, en Cochabamba, por fortuna, fue ganada por la población. En el documental exhibido en Langreo se evidencia el robo del agua, no sólo del río Tunari por empresas extranjeras como Suez, con participación de la española Abengoa, sino la presión de estas empresas para obligar a legislar que hasta el agua de lluvia les pertenecía.
El incremento inmediato de las tarifas al 300 por cien y el afán desmedido de lucro provocaron la sublevación popular en Cochabamba, no como una explosión espontánea, sino como resultado de la articulación de los numerosos colectivos, comunidades y grupos relacionados con el uso comunitario del agua para consumo de la población o de las comunidades de regantes, para construir tras el triunfo en el año 2000 una gestión participativa del recurso en la región.
Las empresas extranjeras, no obstante, han seguido presionando, incordiando, y tratando de interferir en el uso del agua, amarrándose a los contratos fraudulentos obtenidos con sobornos y demandando al Estado boliviano con sumas supermillonarias que jamás habían invertido en el país: hasta el año pasado no se llegó a un acuerdo con Abengoa, que reclamaba todavía 25 millones de dólares por la usurpación del bien común.
Tras Cochabamba, ha sido la capital La Paz quien ha sufrido el intento privatizador de Aguas del Ilimani, y han tenido que ser de nuevo los pobladores los que impusieran cordura, con sus movilizaciones y revertieran el negocio atroz.
Nada de extraño tiene, pues, el que un nuevo Gobierno, nacido de expectativas y luchas como la de la guerra del agua o la de la guerra del gas, que limitaron parcialmente la usurpación de recursos naturales energéticos y acabaron con la huida del país del presidente Sánchez de Losada, un nuevo Gobierno como el de Evo Morales haya nombrado un Ministerio del Agua, a cuyo frente ha designado un líder popular curtido en esas movilizaciones, con el objeto de trasladar una gestión participativa según los usos y costumbres tradicionales, respetuoso con el medio de los indígenas aymaras y quechuas, que supieron por milenios utilizar armónicamente la sangre de la tierra y el agua desde una concepción donde las comunidades juegan un papel central. Un modelo de gestión roto, brutalmente, por la imposición de políticas extranjerizantes, europeizadas, coloniales y depredadoras impuestas por el Banco Mundial, que han supuesto un destrozo increíble de bosques, nacederos de agua, lagos y lagunas sagradas.
La Coordinadora del Agua y la Vida de Cochabamba, que articula a centenares de organizaciones de la zona, nacida al calor de estas luchas por la soberanía de los recursos naturales, bien merecería el mejor de los premios, en Langreo, en Asturies, en Europa, por el ejemplo de cordura y raciocinio trasladado a las calles y a las instituciones para revertir el saqueo contemporáneo de recursos naturales. Y los muertos de la guerra del agua o de la guerra del gas (todos del campo popular) bien merecerían honrarse en la defensa a ultranza de estos recursos en-todo-el-mundo.
Javier Orozco Peñaranda pertenece al Colectivo de Colombianos Refugiados en Asturias y Javier Arjona a la ONG Soldepaz Pachakuti. Javier Orozco y Javier Arjona
La Nueva España