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Argumento que cuestiona la paramilitarización del país.

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29.09.05

La ingenuidad política. Por John Mario González. (29.09.05)

La ingenuidad política
“Sin duda que las autodefensas han llegado a tener un poder político muy importante, pero que se ha fundado en la fuerza militar y en la capacidad de intimidación y no en la articulación de las simpatías y los apoyos locales que han dicho tener”, escribe el analista John Mario González sobre la supuesta paramilitarización del país.
Por John Mario González


Cuando en las negociaciones con el gobierno las AUC propusieron la agenda de desarrollo integral, todo apuntaba a que pondrían en marcha un gran proyecto de representación política que sustentara desde el poder la legitimidad del proceso de paz y diera vida a su concepción de Estado.

Sin embargo, ese borrador de proyecto está amenazado con diluirse más rápidamente de lo que acontenció con el partido político del M-19 en su momento. Y es que lo que ahora emerge es una aparente ingenuidad en la estrategia política de las autodefensas y un desconocimiento llano de la mecánica política. Ello, adobado por la evidente doble moral de buena parte de la clase política y de la opinión pública que dicen apoyar la búsqueda de la paz y luego salen a fustigar a candidatos cercanos a los paramilitares.

De nada valieron los costosos asesores que pagaban en Ralito, quienes olvidaron recomendar a sus jefes la necesidad de conformar un partido político y unas listas para sus diferentes candidatos al Congreso, y no andar a última hora como mendicantes a las puertas de cualquier movimiento.

Los comandantes paramilitares, más preocupados por eludir la extradición y arreglar sus problemas jurídicos, olvidaron elaborar una plataforma política de largo aliento. Se contentaron con propagar la idea de que tenían en sus manos el 35 por ciento del Congreso. Ahora resulta que a quienes contaban como suyos eran simplemente amigos, los que en la dinámica de la política colombiana, de sálvese quien pueda, no son ni siquiera conocidos.

Así, por lo ocurrido en los últimos meses no resulta cierto que el país se haya paramilitarizado. Sin duda que las autodefensas han llegado a tener un poder político muy importante, pero que se ha fundado en la fuerza militar y en la capacidad de intimidación y no en la articulación de las simpatías y los apoyos locales que han dicho tener.

Ahora va a ser incluso más difícil que algún candidato se presente como defensor del proyecto de la autodefensa. Los pocos que hay no tienen el arraigo de un Carlos Castaño lo cual deberán estar lamentando sus antiguos compañeros o no tienen la visión política para traducir la contrainsurgencia civil en un programa de acción política.

Ello conlleva la mayor posibilidad de que sus candidatos más afines terminen naufragando en listas que no alcancen el umbral mínimo de votos. El calvario que han debido sortear sus parlamentarias más afectas es un mal augurio sobre los resultados electorales que podrían obtener en las elecciones marzo próximo.

Dichas circunstancias tienen y tendrán serias repercusiones en el proceso de postdesmovilización de las autodefensas; sobre el status político futuro de las FARC y el ELN, y evidentes riesgos para el gobierno.

En primer término, porque en adelante el balance del proceso de paz con las autodefensas descansará prácticamente sólo sobre los hombros de la popularidad del presidente Uribe. Cualquier traspiés en la desmovilización o el resurgimiento de fenómenos de violencia paramilitar será muy costoso políticamente.

La segunda consecuencia ya se comenzó a evidenciar cuando el presidente en la práctica renunció a sostener la tesis de la inexistencia del conflicto y por esa vía la subversión ha recuperado parte de su condición política.

Pero eso apunta a ser no más que el comienzo. Con unos paramilitares sin mayor representación política o voceros reconocidos y un gobierno capoteando en solitario la encrucijada del conflicto, las condiciones conducirán a realzar la negociación en el marco de una guerrilla robustecida políticamente.

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