
IPO es una organización de acompañamiento internacional e información en Colombia, en solidaridad con organizaciones en resistencia no violenta.
27.03.13: Finca La Europa
7.08.12: "Somos semilla, somos memoria" Relatos de memoria y dignidad
12.01.11: La repetición del desplazamiento
12.05.10: La extraña muerte de Nilson Ramírez
12.03.10: Tras los cafetales, crece la dignidad
12.03.10: Coffee leaves and dignity grow in Tolima
9.11.09: Bandera rota
6.11.09: Cosas chiquitas; El Acompañar
21.10.09: Mi otra, la campesina
28.07.13: Cierre de actividades de International Peace Observatory
30.05.13: Con irregularidades jurídicas y terror militar se pretende desplazar a la comunidad de Pitalito
21.05.13: El MOVICE apoya el retorno de la comunidad desplazada de Pitalito (Cesar)
Reciba el informe quincenal de IPO, con un resumen de las últimas actualizaciones, y otras informaciones coyunturales.
Esta obra está bajo una licencia de
Creative Commons
21.04.08
Por Laura Lorenzi
International Peace Observatory
“¿Te vas para Colombia? ¿Estás segura? Mira que es uno de los países más peligrosos del mundo… cada año matan a miles de personas, y con toda aquella droga, la guerrilla, los paramilitares…pero, ¿qué vas a hacer allá? Yo si fuera tú, lo pensaría mejor.”
Decidir venir a Colombia como acompañante internacional no es una decisión propiamente usual entre los jóvenes europeos. Las dificultades empiezan en tu propio país, donde la mayoría de la gente no entiende esta decisión que considera arriesgada y fuera de lugar. Muchas personas no entienden por qué, con tantos problemas que hay en nuestro país, uno tenga que cruzar el océano e ir a resolver los de los demás. Otros piensan que es una beneficencia a los pobres del mundo, una de las muchas misiones que va a asistir las personas más necesitadas.
Para mi escoger venir a Colombia como acompañante internacional significa algo muy distinto, que no es pensar en dar solución a los problemas de este país, ni venir a hacer caridad a quien más lo necesita. No significa tampoco hacer “turismo revolucionario”, en búsqueda de una experiencia extrema, como algunos pueden pensar.
Creo que cada persona siente la necesidad de reflexionar sobre lo que le rodea, conocer el entorno en el que vive y tratar de ir un poco más allá, esforzándose para entender los mecanismos que regulan nuestro planeta. Esta curiosidad, innata del ser humano, que nos estimula a ir en búsqueda de nuevos conocimientos, me llevó a querer saber algo más sobre la economía internacional, sobre los modelos de estado y de gobierno que existen, sobre las relaciones que regulan los estados y, sobretodo, sobre lo que sucede en el resto del mundo.
La visión que me formé no es muy positiva. El modelo económico neoliberal, que prevalece actualmente, no es un modelo sostenible por mucho tiempo: un modelo que se basa en la explotación intensiva de recursos energéticos no renovables sin proyectos de sustitución, en el desequilibrio de consumo y de riquezas, que privilegia los más potentes y no da voz a la mayoría de las personas. No creo que sea el mejor modelo que la humanidad pueda desear.
El neoliberalismo es en este momento el modelo económico dominante y los resultados que vemos no son muy alentadores. El 80% de las personas en el planeta viven con el 20% de los recursos económicos, las multinacionales han despojado los estados nacionales de buena parte de sus poderes, estamos al borde de una crisis alimentaria, en 30 años las reservas de la principal fuente energética que utilizamos se acabaran, el agua empieza a escasear. Creo que son razones suficientes para estar preocupados.
Pero desafortunadamente la situación es aún más grave, porque además del desequilibrio existente y la falta de planeación a largo plazo, nos encontramos delante de un sistema político mundial que refuerza y privilegia las desigualdades, llegando a utilizar cualquier medio para mantener su poder. Los estados más influyentes, condicionados por las potencias económicas, hacen valer su propia fuerza sobre los más débiles, que se ven obligados a aceptar su inferioridad para poder quedar dentro del sistema y son pocos, y pocos funcionales, los mecanismos jurídicos que la comunidad internacional ha dado para resolver las numerosas controversias que con frecuencia se presentan.
En el mundo globalizado, todos somos protagonistas de lo que pasa, no solamente en nuestro pequeño entorno, sino también lejos de nosotros, porque, por cuanto la distancia parezca grande, el mundo es más pequeño de lo que se piense. La escasez de cereales provoca aumentos desconsiderados de los precios en todas partes; entre los productos que consumimos diariamente son raros los que son producidos en nuestro país; un ataque aéreo en Estados Unidos condiciona la seguridad mundial. Tanto si vivimos en Europa, en África o en Latinoamérica, la existencia de cada ser humano está directamente condicionada por lo que sucede en el resto del mundo, dada la fuerte relación existente entre los mercados a nivel mundial.
Cada persona puede tomar una decisión: escoger formar parte del sistema que nos rodea, aspirando a ser uno de los pocos triunfadores o hacer algo para que las cosas cambien. De esta decisión dependen muchas cosas. A mi me llevó hasta Colombia donde, al lado de las comunidades campesinas, he aprendido a conocer desde un punto distinto nuestra realidad.
Durante las largas horas caminando al lado de los campesinos del Magdalena Medio, de Arauca y de Catatumbo, que desde años resisten a la sustracción de sus tierras y a un sistema político represivo y violento que trata de callarlos utilizando cualquier tipo de control, siento la importancia de estar juntos, de ayudarnos recíprocamente para contrarrestar este esquema dominante. Donde la presión se hace más fuerte y las consecuencias más graves, es importante dar la propia contribución y la propia presencia.
Al lado de las comunidades campesinas colombianas, que desde años se organizan para hacer valer sus derechos, he aprendido la importancia de aunarse en el esfuerzo de cambiar este sistema que no nos representa y no nos hace partícipes de las grandes decisiones que nos interesan.
Desde siempre siento una gran atracción por Latinoamérica, tierra rica de recursos, pero donde el modelo neoliberal se presenta con toda su crudeza, llena de personas con esperanza de cambio, de procesos interesantes y de una grande dignidad moral donde, a pesar de los numerosos intentos para proponer nuevos modelos de desarrollo reprimidos con la violencia, los movimientos sociales no se cansan de insistir en la lucha diaria por su existencia.
Es principalmente por estas razones que decidí venir a Colombia.
Una vez aquí, y cuando se conoce de cerca la realidad de este país, es difícil no quedar impresionado por la fuerza de la represión con la cual cada día tiene que confrontarse la gente de este país. Cuando se conoce la brutalidad del actuar paramilitar, que si ningún escrúpulo sigue cometiendo cualquier atrocidad para incrementar su poder, la violencia de un gobierno que enmascara su corrupción y actúa solamente para el interés de una pequeña parte de la nación, la presencia de una guerrilla que desesperadamente trata de defenderse del ataque de los poderes fuertes, es difícil no quedar impresionados e impactados. Aún más increíble, es la fuerza de un pueblo que, con mil dificultades y diferencias, cree y se esfuerza cada día para proponer un cambio social. Es por estas razones que esta experiencia representa una fuente de enseñanza increíblemente valiosa, que es difícil de explicar a todos los que, una vez regrese a mi país de origen, preguntan con curiosidad que hice durante los últimos tres años. Una experiencia que marca mucho más de lo que uno se imagina cuando, lleno de esperanzas y expectativas, se embarca en un avión que lo lleva lejos, tan lejos de no saber cual es la vía de regreso, siempre que exista.