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El doblepensar del estado colombiano

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26.09.06

Nico Udu-gama
International Peace Observatory – IPO

“Su mente se deslizó por el laberíntico mundo del doblepensar. Saber y no saber, hallarse consciente de lo que es realmente verdad mientras se dicen mentiras cuidadosamente elaboradas, sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer sin embargo en ambas; emplear la lógica contra la lógica, repudiar la moralidad mientras se recurre a ella, creer que la democracia es imposible y que el Partido es el guardián de la democracia; olvidar cuanto fuera necesario olvidar y, no obstante, recurrir a ello, volverlo a traer a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo; y, sobre todo, aplicar el mismo proceso al procedimiento mismo. Ésta era la más refinada sutileza del sistema: inducir conscientemente a la inconsciencia, y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había realizado un acto de autosugestión. Incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar..” (George Orwell, 1984)

Ser laureado como la “democracia más antigua de América Latina” definitivamente merece su aplauso, si pensamos en las numerosas juntas militares que se han instalado a lo largo de las Américas en apenas los últimos 100 años. Más extraordinario todavía es la habilidad de hacerle creer a todo el mundo – a sus propios ciudadanos inclusive – que un país se sigue desarrollando en el marco de la democracia, cuando todos los hechos muestran el desmoronamiento de ella. Desinformación y reinformación, mentidas y desmentidas, lógica ilógica, olvido y perdón (que en la práctica, traduce en “olvido perdonado”), “justicia y paz”, “seguridad democrática”. Hacerle creer a la gente que todo esto es normal, que son síntomas de una sociedad en progreso, perfecta, feliz. La ilusión de democracia y libertad (el fundamento del Estado al servicio del capital y la oligarquía) choca con la realidad opuesta pues cada día en Colombia hay más desplazamiento, más hambre, más inseguridad, más dependencia económica, más muerte, más miseria…

Quisiera hacer una extrapolación sobre un argumento hecho por el autor, dramaturgo y actor Harold Pinter, durante su ponencia de aceptación del premio Nobel en Literatura en 2005. Su discurso fue centrado en la política extranjera estadounidense, pero podemos entenderlo en el contexto colombiano; efectivamente, la manipulación de la población y las “relaciones públicas” de Colombia tiene como modelo las estrategias de la otra supuesta democracia del mundo:

“…Nunca sucedió. Nada jamás pasó. Hasta mientras sucedía, no sucedía. No era importante. No era de interés. Los crímenes de los Estados Unidos [en este caso, Colombia] han sido sistemáticos, constantes, atroces, despiadados, pero muy poca gente ha hablado de ellos. Tienen que darle el crédito a los Estados Unidos [nuevamente, Colombia]. Ha ejercido una manipulación calculada de su poder a nivel mundial y a la vez hacerse pasar por una fuerza del bien universal. Es un brillante, exitoso y hasta ingenioso acto de hipnótica.” (traducción del inglés del autor) 1

En Colombia, la maquinaria represiva del Estado se está perfeccionando día tras día. Tiene sus raíces en el discurso del “bien contra el mal”, el concepto universal del Estado bienhechor contra los que quieran atentar contra la “libertad” y “seguridad” de la “población civil”; el Estado “social” contra los “antisociales” o “terroristas”. El pueblo colombiano, continuamente en zozobra debido al choque entre lo que vive y lo que se le dice que vive, opta por la opción menos difícil de entender, una estructura que ofrece la posibilidad de seguridad (en este caso, erróneamente eligen el Estado colombiano capitalista y oligarca). Los colombianos que viven en la pobreza (más del 60% de 44 millones, o aproximadamente 26 millones de personas) han sido víctimas (aunque no necesariamente de forma directa y física) del Estado, pero con el rompimiento de la organización y el tejido social promovido por el mismo Estado mediante sus aparatos militares y paramilitares – que crea una especie de individualismo necesario para el libre comercio y control social – se ven obligados a olvidar el pasado brutal, vivir la ilusión de libertad y asegurar un espacio protegido dentro del sistema.

Con el desplazamiento del campo (y subsiguiente control social en las ciudades) o sumisión al sistema de creciente neo-aparcería, los pobres se vuelven esclavos del capital mientras el Estado – el mismo que los desplaza y los reprime – insiste en que él representa el bien común de la población. Para que uno pueda vivir sin volverse loco, tiene que olvidarse de que fue el Estado que lo abandonó y ahora creer que es el Estado el benefactor. Ser libre, en este contexto, sería hasta peligroso ya que el individuo carece de las necesidades básicas para existir solo y únicamente puede encontrar refugio dentro del sistema. Los que no se someten a la locura son “antisociales” que no pueden ser curados y son eliminados físicamente; ellos son anomalías que deben ser borradas para facilitar el concepto del Estado “democrático”.

El doblepensar colombiano no solo aplica al pasado sino que se efectúa en el presente también. La mal llamada Ley de Justicia y Paz y las “negociaciones” con los paramilitares (lo que el jesuita Javier Giraldo caracteriza como una “esquizofrenia estatal” 2) encarnan lo esencial del concepto orwelliano. La historia colombiana demuestra claramente los nexos entre los capitalistas y el sistema macabro de la motosierra y el avance del paramilitarismo donde más enérgicos fueran los planes de macro-desarrollo excluyente. El Estado colombiano siempre ha promovido la violencia contra la población para 1) asegurar el libre comercio de materias primas y 2) tener el monopolio sobre la violencia. Ahora finge separarse de su aparato paramilitar para ponerlo como un actor político igual en la mesa de negociaciones. Mientras tanto el paramilitarismo sigue existiendo a plena luz y sigue apretando su mano negra en la garganta de estudiantes, campesinos, indígenas y obreros. En una sociedad normal, esto sería un ultraje. Pero el pueblo colombiano parece estar tan acostumbrado a la esquizofrenia que relativamente poco protesta ante esta barbarie.

El actual gobierno colombiano pone énfasis en los términos y discursos patrióticos y ha logrado infundir al pueblo colombiano un miedo y un percibido sentido de nacionalismo que aplacan la protesta social y fortalece (por ahora) al mismo Estado. Uribe es un maestro del manejo de imágenes y palabras y sus famosos consejos comunitarios donde aparece “con la gente” y su dramática utilización de las palabras “patria” y “compatriota” son acogidos por un pueblo cansado y buscador de una salida al conflicto armado interno. Mediante una maquina propagandística muy bien aceitada, ha podido crear la ilusión de una amenaza interna (y externa, al parecer, proveniente principalmente de Venezuela) y aprovecharlo para consolidar su control totalitario sobre el país. Se crea una amenaza (como los “atentados” de las FARC en Bogotá 3) y se crea la ilusión del Estado defensor. “Los cohetes que caían diariamente sobre Londres probablemente fueron lanzados por el mismo gobierno de Oceanía, ‘para mantener con miedo a la gente‘”. (Orwell, 1984). Irónicamente, se necesita la guerra para fomentar la paz, o más bien la pacificación del pueblo.

La contradicción de la noción de nacionalismo se observa en el hecho de que Colombia está doblegada ante el imperio norteamericano. Cabe hacer apenas una breve referencia respecto a la entrega de la soberanía nacional. Los Estados Unidos han optado por una forma bélica de sacar materias primas de Colombia, por medio de los Planes Colombia y Patriota. Para recibir más financiación para su autodestrucción, le tocó a Colombia abrir el camino a un tratado de libre comercio (TLC) que necesita la privatización de lo público y expone al país al saqueo y pillaje de las multinacionales. Para posibilitar el TLC, obviamente se tiene que eliminar cualquier oposición y organización social: asunto que nos devuelve al argumento del Estado represor del tercer párrafo.

En conclusión, el marco del doblepensar del Estado colombiano se fundamenta, pues, en los tres temas del Partido de Oceanía de la distopía de Orwell: 1) la guerra es paz, 2) la libertad es esclavitud y 3) la ignorancia es fortaleza. La cuestión entonces es si el pueblo colombiano seguirá encaminado hacia una sociedad totalitaria y sin libertad, o si se despertará y se quitará el yugo de opresión estatal. Debemos oponernos a la sumisión y al engaño; debemos cuestionar y criticar; debemos reírnos y ser inconformes. Y mientras construyamos otro mundo, un mundo vivo y verdaderamente libre, con una palabra haremos temblar a los poderes: crimental.

“… Cuando la población ha sido avasallada – o golpeada hasta morir – la misma cosa – y cuando tus amigos, el ejército y las grandes corporaciones, se asienten cómodamente en el poder, aparecerás ante las cameras y dirás que la democracia ha prevalecido…” (traducción del inglés de autor) 4

____________

  1. “Art, Truth & Politics”, Harold Pinter, Ponencia para Aceptación del Premio Nobel en Literatura, 2005. http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2005/pinter-lecture-e.html
  2. “Dialogar Consigo Mismo…Negociar Consigo Mismo”, Javier Giraldo, S.J., 28 de julio de 2004. http://www.javiergiraldo.org/article.php3?id_article=19.
  3. “Montajes”, Revista Semana, septiembre 2006. http://portal2.semana.com/wf_InfoArticuloComprado.aspx?IdArt=96921&CodigoUnico=652NW_prtK22449044.
  4. Harold Pinter, op cit.

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