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Gente del campo

16.03.07

“Italiana!” Siempre me llamaba así cuando me veía desde lejos y me invitaba a su cantina para tomar un refresco. Constantemente estaba ocupado haciendo algo. La ultima vez que estuve en el caserío me mostró orgulloso la nueva cocina que casi había terminado construir, “pa’que Berenice sea más cómoda” me comentó mandando a Brainer, el pequeñito, a prepararme un avena con la “gomelería”, como decía refiriéndose a una licuadora portátil, inusual en aquellos lados.
Erasmo era un amigo y un compañero fiel, de los que es difícil encontrar. Muchas son las noches que hemos pasado en la cantina charlando, echando chistes hasta que el sueño nos ganara. El pasatiempo favorito de los dos era tomar el pelo y burlarse del otro, aún que era una forma de demostrar que nos queríamos y respetábamos mucho en todas nuestras diversidades.
“Que películas traes, italiana?” me pregunta cuando el ultimo sol ya se escondió tras de la loma y los mosquitos se han despertado buscando victimas, al parecer predilectas entre los extranjeros.
Erasmo era el cineasta más apasionados entre los campesinos que conozco: si el cine foro siempre es un gran llamativo para todos los del caserío, muy poco son los que se quedan hasta el final, un poco aburridos de nuestro gusto “intelectual y sofisticado” al cual la gente del campo no está acostumbrada. Pero él siempre se quedaba, olvidándose del cansancio de la larga jornada laboral, que como usanza empieza a las cinco de la mañana.

Erasmo, Enrique, Irene, Fanny… el elenco sería interminable y siempre faltaría alguien, un amigo o un amiga sinceros con los cuales he compartido mi vida en este tiempo pasado en tierra colombiana.
Trabajando como acompañante internacional en las zonas rurales de Arauca y del Magdalena Medio, he venido conociendo a muchos campesinos y campesinas. Gente sencilla, muy humilde y a veces sospechosa con los que vienen desde otras partes. Así como los que viven en mi tierra, al pié de los Alpes, se parecen mucho a una naranja: detrás de la dura cáscara, se esconde un fruto dulce y genuino. Es asombrante la calidad humana que se encuentra en estas tierras olvidadas por el Estado y por el mundo entero..

Gente perezosa, ociosa y indolente, que busca en la coca una manera cómoda para vivir. Es fácil, para quien no conoce, juzgar de forma rápida y superficial, de pronto buscando justificaciones con sí mismos para no interesarse de los que viven y sufren los colombianos de “segunda clase.”
Aún más fácil es para el Estado colombiano implementar estas falsa tesis y mascarar sus responsabilidades de abandono, persecución y criminalización de los verdaderos afectados de un conflicto que se maniobra en los palacios del poder y que no hay ninguna intención de parar, a pesar de todas las pomposas declaraciones de intentos. Victimizar, perseguir y fumigar a los que cultivan coca como forma de sobre vivencia, por falta de alternativas viables, es lo único que este último gobierno supo hacer para resolver la cuestión del narcotráfico en Colombia, como si los campesinos fueran los arquitectos, autores y beneficiarios de uno de los negocios más remunerativos del mundo!

Lo único que yo he podido ver es gente humilde, trabajadora y sobre todo muy pobre. Personas que con muchos esfuerzos tratan de sacar adelante la familia, de criar a los hijos y darle todos los días siquiera algo para comer. Lo que si he visto es el abandono estatal crónico que ha sufrido y sigue sufriendo esta gente: no hay salud para los que son pobres, no hay educación para los que es más conveniente mantener ignorantes, no hay carreteras ni comunicación para los se quiere mantener aislados y callados. Pero lo que si hay, y en abundancia, son las balas del conflicto, las desapariciones de los civiles, las privaciones de la libertad, los montajes judiciales, la matanza de campesinos presentados como guerrilleros dados de bajas en combates. Lo que en el campo se experimenta diario, es el temor de la gente, que vive aterrorizada preguntándose quien será la próxima victima inocente, la próxima mujer por culpa de este maldito conflicto quedará viuda antes del tiempo con cuatros niños para criar, la próxima vereda que perderá a un líder cuyo solo pecado es lo de luchar para los derechos de sus propios vecinos.

En este año y medio he venido viviendo y compartiendo buena parte de mi vida, de mis emociones y de mi lucha con campesinos y campesinas que, a pesar de esta situación aterrante, cada vez me sorprenden más. Ya conozco la generosidad de la última comida compartida, de la cama cedida sin rencor y de la fresca limonada que siempre me alivia la sed después de largas oras de camino; ya no me asombra la capacidad que tienen de escucharnos, nosotros extranjeros que venimos de otro mundo, de entendernos y de querernos.
Lo que si me deja totalmente sin palabras, es la capacidad de resistir y luchar, sin levantarse en armas, de esta gente que desde años ha tenido que defenderse y organizarse para poderse preservar como campesinos en sus propias tierras. Gente sencilla, que vive de poco, y que ha sabido crearse una sorprendente conciencia política para poder defender sus sacrosantos derechos, intentar subvenir a los eternos incumplimientos estadales, en el medio de un conflicto armado que los ve como victimas numerosas en una lucha desigual.
Es por esta increíble fuerza, perseverancia, alegría y resistencia que demuestran cada Erasmo, Luz, Oscar y Toño que encuentro el mi camino que vale la pena seguir a sus lado, acompañante y acompañado que caminan por las trochas hacia un futuro digno.

Laura Lorenzi
International Peace Observatory

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